12 de mayo de 2010

Valizeando

Para llegar a Valizas no tomamos justamente por la ruta más adecuada, pero no por eso fue la menos divertida. Salimos hacia el norte por la costa, pasando por el conocido puente de La Barra, el cual cruza el arroyo Maldonado, para desde allí seguir camino hacia San Ignacio, pero luego de algunos kilómetros nos encontramos con que este llegaba a su fin. La única ruta a seguir era un pequeño sendero entoscado que nos conducía hacia el oeste. Sin apuros ni condicionales tomamos esta única opción y nos llevamos la sorpresa de recorrer una ruta bellísima. Pasando por bosques y lomadas con pinos a sus lados como encajonando la ruta, la cual por momentos parecía infinitamente recta, llegamos hasta la Ruta 10; el camino lógico para ir hacia Rocha y El Chuy.RECTA

Así luego de conducir durante poco más de una hora, vimos un cartel que indicaba con una flecha a la derecha: Barra de Valizas. Otro camino de tierra pero de unos pocos kilómetros para adentrarse en el pequeñísimo pueblo de apenas algunas casas que se contarían fácilmente con los porotos que usamos para una partida de truco. Dejamos el auto y caminando entre algunos artesanos llegamos a la playa… desértica… desértica. Muy poca gente y algunas chozas muy malas que suelen alquilar a turistas, los cuales son en un 99% jóvenes.

Barra de Valizas se caracteriza por sus playas con grandes dunas de arena que sumado a lo solitario del lugar hacen que nos sintamos en un verdadero desierto. Infinitos granos de arena fina y amarilla caen hacia el mar el cual es por demás calmo. Son playas ideales para quien practica el sandboard, como así también para el descanso y la paz de poder estar frente al mar completamente solo… Solo el mar, las dunas y uno…

Recorrimos la playa y de tanto caminata el estomago pedía ser alimentado. A la entrada habíamos visto un restaurante que parecía ser uno de los pocos del pueblo; sino el único. Como buen comedor frente al mar debían vender pescado y mariscos y es en estos lugares donde uno nunca cree que pueda comer tan bien como termina comiendo. Si el mismo restaurante lo colocásemos al lado de algún otro de renombre o en alguna calle paqueta de Buenos Aires, seguramente nadie entraría, pero no sabrían lo que se estarían perdiendo… Dicen que las cosas entran por los ojos, pero no siempre hay que hacer caso a esa regla… debemos saber que nos perdemos de disfrutar muchas cosas por fijarnos en su apariencia.DESERTICO III

Debíamos volver, era nuestro último día en Punta del Este y debíamos regresar a Montevideo para tomar nuestro vuelo a Buenos Aires al día siguiente. Así concluyeron los días en el hermano país Charrua, con los objetivos cumplidos y la satisfacción de haber conocido un país al que sin dudas dan ganas de regresar. Por su orden, su gente y su similitud con Argentina; en Uruguay nos sentimos como en casa…

Solo espero que los Uruguayos sientan lo mismo cuando estén en Argentina…

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