28 de marzo de 2010

La Ley Primera

Nuestro arribo a la capital Uruguaya fue muy temprano en la mañana. Ni siquiera los locales del aeropuerto estaban abiertos y el sol recién comenzaba a despabilarse entre algunas nubes que se abrían a su paso. Rápidamente luego de averiguar cual era la forma mas económica de llegar al centro, tomamos un colectivo y guiándonos con un pequeño mapa de la ciudad, llegamos al hostal que habíamos reservado de antemano, justo frente a la Plaza Independencia en pleno centro montevideano. Los tiempos eran cortos, por lo que dejamos las cosas y salimos hacia la terminal terrestre de Tres Cruces para ya con pasajes a Colonia en mano, poder recorrer el Parque Batlle y Ordóñez y el mítico Estadio Centenario, construido hace mas de 80 años con el único propósito de disputar el primer mundial de futbol profesional de la historia.MONUMENTO DEL FUTBOL

Centrado en el medio del enorme Parque Batlle y Ordóñez, cientos de trabajadores inmigrantes erigieron este estadio en el lapso de 9 meses, para que la elite del futbol mundial tuviera su primer gran chance de encaminar su futuro al negocio multimillonario que es hoy en día el futbol; sin dudas el deporte mas popular del planeta. Acompañado de un amplio campo de deporte dotado de varias canchas auxiliares, una pista de atletismo y el velódromo municipal, el parque es un lugar ideal para hacer caminatas y ejercicio, respirando el aire puro de sus arboledas; pulmón de la urbe uruguaya.

Cerca del mediodía partimos desde la súper organizada terminal de Tres Cruces hacia Colonia del Sacramento, patrimonio histórico del Uruguay. En solo dos horas de bus nos encontrábamos inmersos en plena historia de combates y disputas territoriales en lo que es una ciudad que parece haber detenido sus relojes allá por el 1800 cuando todavía portugueses y españoles se disputaban las costas charruas. Es que Colonia era uno de los puertos latinoamericanos más importantes sobre la costa oriental y por su cercanía con Buenos Aires, hacia que comercialmente fuera hasta más fuerte que Montevideo. Pero finalmente en contrapunto con la Guerra de Malvinas, fueron los británicos quienes liberarían a la ciudad del dominio español, fomentando ideas independentistas del pacto Francisco Miranda – Pophan.

Fortificada con una muralla con cañones y una puerta colgante de entrada; casas de piedra, grandes árboles y calles adoquinadas que alguna vez sufriesen el caminar de tropas europeas; Colonia es una ciudad digna de recorrer y disfrutar. Grupos de jóvenes tocando música de candombe por las calles le dan un aire aun mas folklórico a los parques y las bombillas de los mates recibiendo el beso apasionado de los colonienses sentados sobre la muralla con el caer del sol frente a sus ojos detrás del Río de la Plata, romantizan aun mas el romanticismo natural que posee la ciudad.CALLE DE LOS SUSPIROS II

Era tiempo de regresar a pasar la noche en Montevideo, para despertar al otro día y recorrer algunos edificios históricos y las playas de Pocitos. A pesar de ser playas sobre el aun Río de la Plata, por su proximidad a la desembocadura en el Océano Atlántico, sus aguas azules y bastante salinas son dignas de ser llamadas marinas. La Rambla de Montevideo con sus 22km de extensión recorre un hermoso arco de playas de fina arena clara donde las más conocidas son las de Pocitos, Carrasco y Malvin.

Así, aunque un tanto apresurado, conocimos la capital del país culturalmente más cercano a la Argentina. País con el cual compartimos el río mas ancho del mundo: Río de la Plata; la infusión mas extraña pero la mas gustosa: el mate; la unión histórica del Virreinato del Río de la Plata; el mejor cantante de tango de la historia: Carlos Gardel y la discusión mas estupida y larga jamás conocida, donde los verdaderos culpables y quienes lucran de la ignorancia Sudamericana están en sus casas riéndose de los inconvenientes en nuestros países mientras su fabrica factura millones día a día: BOTNIA!

No en vano lo dijo Martín Fierro: “…los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera…”

21 de marzo de 2010

Por La Costa Del Candombre

Al volver de Chile la melancolía por lo que quedo atrás y por lo vivido durante esos 34 días fue inevitable. Recordar anécdotas, personajes, lugares, olores; todo me llevaba a imaginarme nuevamente viajando. Así, intentando transformar esa melancolía en gratos recuerdos y porque no proyectos, tome un calendario y busque el próximo feriado disponible para poder realizar alguna salida. Rápidamente me di cuenta que en apenas un mes y medio llegaba Semana Santa, y porque no utilizarla para seguir viviendo aventuras.

La fecha era casi un hecho, solo faltaba definir el destino. No debía ser demasiado lejos, ya que eran pocos días, pero a su vez, quería que fuese algo que no conociera. Lo primero que se me ocurrió fue Uruguay y la manera mas fácil de llegar era en ferry, pero luego de algunas averiguaciones, me entere que las capacidades estaban casi agotadas y solo quedaban lugares en primera clase, con obviamente precios muy elevados. Ir en auto era otro problema, ya que debido a los absurdos inconvenientes por la papelera Botnia en Fray Bentos, había mas de un puente internacional cortado al transito y debía recorrer muchos kilómetros de mas y perder demasiado tiempo. Solo quedaba una opción: el avión. Buscando por Internet encontré una oferta insuperable, y en algunas horas y luego de comentarlo con Quique (un amigo con quien haríamos el viaje), bastaron un par de clicks para transformar un monitor en un pasaje.

Nos las arreglamos para conseguir algunos días mas aparte de los feriados, llegando a la suma de 6 días, que cualquiera creerá que es poco, pero en ese tiempo planeábamos recorrer la costa Uruguaya desde el Río de la Plata casi hasta la frontera con Brasil. El plan estaba terminado; arribar a Montevideo, la capital Uruguaya, tomar un día para ir a Colonia, y luego haciendo base en la lujuriosa Punta Del Este, recorrer esa zona de la costa pasando por sus playas vecinas mas cercanas como Piriápolis, Punta Ballena y La Barra, para por ultimo intentar llegar a Cabo Polonio o a las desérticas playas de Barra de Valizas.
Todo estaba organizado, y lo que no estaba… se organizaría sobre la marcha. Solo restaba esperar que pasen los pocos días que quedaban para pasar nuevamente por un aeropuerto (esta vez el Jorge Newbery), con la mochila al hombro y nuevamente con la aventura a flor de piel…




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